jueves, marzo 23, 2006

Cena en Las Toninas

Bien cuento lo que paso en Las Toninas, aunque aclaro que probablemente algunas cosas son recuerdos vagos o momentos de una extraña duermevela.El hecho es que decidimos con Svetlana tener nuestra base de ops cercana a la residencia de X9 y Alfio. En un exquisito chatteau de Mar de las Pampas con salida a la playa, los huesos del viejo guerrero y su protegida pasaron algunos días antes de comunicarnos con las tropas en la vecina ciudad de Las Toninas. Después de asolearnos, llamamos a los boys. Nos dieron indicaciones de cómo llegar, nos esperarían esa noche temprano con un asadito. Nosotros debíamos llevar el vino. Después de un dia de escandaloso calor, 32º C. (uno de los pocos del verano) y a eso de las 18.30 hs. enfilamos hacia el lugar por la autopista, poco tiempo después buscar la residencia de mis peones. Deberé aclarar que la vivienda en cuestión estaba mas cerca de Gral. Lavalle que de la costa atlántica, pero después de recorrer un polvoriento camino vecinal, encontrarme con los boys fue una verdadera alegría.Reconoceré sin ambages que la comida fue excelente, una delicada selección de carnes que solo el terneraje pampeano nos puede proveer. Haciendo un meritorio dúo, no se quedaron atrás los vinos que este humilde servidor arrimo a la mesa. Fuera por las bebidas, o por el calor todavía reinante, debo reconocer que no estaba para conducir después de cenar. Iba a sugerir que Svetlana condujera, pero entonces Alfio dijo:
_Maestro ilustre, no quiere venir al circo del pueblo?
_Circo? Pregunte.
_ Si dijo X9, es un espectáculo es, jefe, con su manera capicúa de hablar.
_ces`t magnifique, dijo Sve, me gustaguia ir al cirque Monsieur Skinneg.
Como rechazar esa sugerencia.Ahí nomás nos subimos a la Freelander y enderezamos hacia el poblado, donde justo en las afueras se erguía una carpa de circo. Enderezamos directo a la entrada, debo reconocer que fui conducido por los chicos y además sentado. Con respecto al temaño del circo diré que no era grande pero lleno de gente como estaba parecía el Monticos. Si bien todos se sentaban en gradas de madera, Alfio consiguió lo que llamaremos un palco. Consistía en un grupo de sillas de caña y mimbre, como las viejas de Playa Grande. Donde asenté mis huesos y tal vez rememorando la dorada época de los `50 y `60 me sentí mas que cómodo.De pronto se apagaron las luces y ahora debo aclarar algo. Alguno de ustedes estará familiarizado con la obra de Umberto Eco, El Nombre de la Rosa, en ella el joven fraile Adso de Melck tiene una especie de sueño, tan extraño como profano. Lo que contaré ahora es algo similar ya que sea por los efectos del calor, la comida, el vino o el recuerdo de las siestas de carpero en esas sillas, tuve una experiencia similar. A continuación el relato de esa experiencia.